De yo

Mi foto
Uamera, chilanga, hostil, emocionalmente inestable, buscadora de ilusiones, cursi a veces...

miércoles, septiembre 09, 2009

dos caguamas con clamato

con el Ñañel y la carnala y la Sanguinaria
y luego con la Maldita y la Tremenda y los Pericos y para cerrar a Peter Murphy y Love you to death (cerrar porque Ñ se fue a su casa a cuadra y media y las nenas se quedaron dormidas y a mí apenas me está haciendo efecto el café que bebí ayer a mediodía).
pero sigo escuchando música pensando cosas de mi "relación amorosa". pocas cosas aunque extrañas. y leyendo un comentario de Alien y de pronto sintiendo mucho cariño por la gente, no en general sino en particular.
creo que en estos momentos, por más raro que parezca, estoy feliz. y no por estar con alguien que hace mi vida más ligera y divertida. sino por el cine y la lectura y las actividades en general. tal vez es sólo que me encanta bailar y disfruto cuando carnalita me hace segunda y pasamos horas en el reguetonazo y brincoteando de todo: electrónica, duranguense, cumbia y merengue y lo que haya para "bailar".
tal vez es que sé que pase lo que pase estaré bien. aunque el jueves me inscriba y me toque con teodoro y sin navarro y mi pandita. y con la gente que ya conozco y me desagrada.
sensación bastante extraña y al mismo tiempo familiar, por más contradictorio y estúpido que parezca a primera vista. la última vez que me sentí así tenía como 12 años. y es genial. y no le escribo esto a nadie, más que a mí, por primera vez en años. y eso me hace aún más feliz.
y es genial recordar que para una fiesta se necesita sólo el ánimo de echar desmadre y unas buenas rolas clásicas, y las tres almas bailoteantes de esta noche rifaron como nunca, como siempre.

jueves, septiembre 03, 2009

Carlos y yo, para variar, enojados. Rompí sin querer sus lentes y le compré unos de esos de juguete para “disfrazarse”, con nariz, cejas, bigote, etc., falsos. Entonces llegó alguien, creo que Arturo M o un personaje similar y Carlos quiso enseñarle sus nuevos lentes. Me los pidió y subí por ellos. Pero tuve que salir a un balcón o algo similar para poder alcanzarlos, estaban colgados en una especie de hamaca. Al tomarlos y observar la barbilla, dividida en dos partes que se separaban, pensé, “esto realmente se parece a la cara de Carlos, ahora podré disfrazarme de él”. Al bajar, ya no estaba el amigo de Ira sino Martín y Linda. Ella traía en una bolsa cosas para vender, como libretitas y curiosidades. Ivy y yo revisamos por si había algo de interés. Al sacar algún objeto vi una araña y grité mucho mientras la pisaba. Luego me quedé paralizada tapando mi cara. Martín, Linda y tú (aparecido de pronto) me veían sin saber qué ocurría. Ivy explicó la araña. Yo reía enloquecidamente, aún con la cara cubierta. Luego caí sobre ti (suavemente), que estabas sentado en el sillón, para que me abrazaras y me consolaras. Lloraba.



Es navidad. Hay fiesta en la casa. Los invitados, familia y amigos: primas Marisol y Abril con su madre; José Luis y Galo; Aurelia con hijas y nietas. Tú estabas ahí también, queriendo ayudar. Más ayuda el que poco estorba, te dije, éramos demasiados en la cocina: dejaste de insistir y te sentaste a “disfrutar la cena”.
Tenías sueño y estabas hasta la madre de cansancio y aburrimiento pero yo no podía dormir aún, no podía dejar a la familia con los invitados y ya no ayudarles. No querías irte sin mí, así que te sentaste a esperar en las escaleras, pero te quedaste dormido.
Cuando ya nadie aguantaba el aburrimiento decidí sacar la baraja. De pronto estaba Galo, mi primo. Los sobrinos jugaríamos, con los tíos Jochilís y tal vez Galo. Yo no pude jugar porque tenía que seguir ayudando (no sé a qué pero supongo que a recoger platos y el desmadrito que los invitados habían creado).
Eréndira era diminuta y delgada, como una miniatura de su hermana, y comía un pan que se desmoronaba a cada mordida. Comenzó a llorar porque le cayeron migajas dentro del vestido, yo la tomé en mis brazos para revisarla y ayudarla. Entonces comenzó a gritar, sin escuchar lo que su madre y yo le decíamos. Gritó y gritó, cada vez más fuerte, hasta que copas y vasos comenzaron a romperse. Los presentes la miraban, mientras intentaban taparse los oídos. Tú no soportaste el ruido y saliste al jardín. Salí contigo. Entonces vi cómo se abría la puerta de entrada y salían dos figuras pequeñitas. Salí corriendo tras ellas gritando que no se fueran, que era peligroso salir sin supervisión de un adulto. En la calle había un grupo de niños que quemaban luces de bengala. Por fin alcancé a la más pequeña y la tomé de la mano, consiguiendo que la otra niña del demonio se detuviera y se acercara a mí. Eran las nietas de Aurelia. Las convencí de volver a casa. Entonces un niño pequeño nos lanzó una bengala y yo le grité que no lo volviera a hacer, que no era agradable que te aventaran cosas y menos si estaban prendidas.
Los niños nos siguieron hasta la casa y entraron a la fuerza sin que pudiera evitarlo, eran demasiados. Colocaban en todo el jardín pequeños aparatos explosivos. Pedí ayuda a gritos y los que estaban dentro de la casa se movilizaron. Pensé que en cualquier momento habría explosiones y alguien podía salir herido, me arrepentí de hacerlos salir al peligro. Los niños atacantes, asustados, huyeron. Tomé una de las cosas esas explosivas, que habían dejado encendida, y la arrojé hacia ellos. Cerré la puerta y no alcancé a pensar lo que había hecho cuando escuchamos la explosión.
Entonces desperté horrorizada.